Decisión de maternidad en una ciudad patriarcal desde la experiencia monoMarental.

Urbanas Mx
7 min readJan 13, 2021

Por Citlalli Rivera

¿Cuántas veces hemos escuchado? historias de: “ay, era tan buena en su trabajo, pero se embarazó”; o, “yo no quiero tener hijos porque no quiero frenar mi carrera profesional”.

En México de acuerdo al INEGI de los hogares parentales, el 18% somos monoparentales, de los cuales el 84% son dirigidas por mujeres. Añadiendo la brecha salarial, las familias en donde las mujeres que son proveedoras económicamente (28.7% de los hogares a nivel nacional) tienen un ingreso por trabajo 60.6% menor que los hogares en los que la persona proveedora económicamente es un hombre.

Sí, existimos y nuestras necesidades son diferentes. No dejamos de ser personas con derechos a una calidad de vida y al pleno disfrute de nuestra ciudad por elegir una estructura monoparental.

Es real; la decisión de la maternidad es difícil, no es una obligación y no es para todas (o, para todos la paternidad). La responsabilidad de crianza es grande y el tiempo de cuidado es mucho. Y también es real, los mitos del amor romántico se han pasado a este tema en una forma de control hacia las mujeres que agrede y ofende. Por lo que se vuelve consecuente la respuesta actual de muchas feministas, o simplemente mujeres, que no pretenden ceder sus deseos personales por estar para el otro, porque eso simplemente nos vuelve objetas cuando queremos ser sujetas.

Ahora bien, aquí entra mi experiencia. Esto, más que un texto catedrático pretende ser un texto reflexivo.

Tengo muy claro que crecí con estereotipos de género, pero fueron limitados, soy esa generación en donde mi madre me enseñó a no dejarme tratar mal solo por ser mujer, donde ella llevaba su lucha feminista sin bandera, mediante la educación a sus hijas y en donde nos enseñó que no tenía que ser bella, ni buscar marido para ser feliz o autosuficiente, al contrario, me guiaron para esa independencia, autonomía y realización personal.

Pero sí, crecí con formas sutiles en las que a todas nos han encapsulado de manera social; juguetes separados por género, ropa, estereotipos de belleza, etcétera. Dentro de estos también la romantización de la maternidad, con la idea de que para completar tu ciclo de felicidad como mujer tienes que cumplir con el rol de madre en tus planes, y déjenme decirles, que éste pensamiento, como el deber tener una pareja, me los trague completitos.

Con el crecimiento emocional, tras lecturas y terapias, he logrado derribar esos mitos de la mano de mi hijo. Ambos derribados sabiendo que me gusta la vida cuando se tiene un compañero de vida, pero más aleccionador aún, que disfruto las labores de crianza y es actualmente la labor que más me deja satisfecha y plena. Esta madurez y diferentes circunstancias, me llevaron a no sostener una relación de pareja con el padre de mi hijo.

Llevo ya alrededor de 8 años, con ires y venires de tener una familia con estructura monoparental, en donde a partir de mi decisión de ser madre, no asimilé la lucha social con la que me enfrentaría. Para mi forma de educación y mis metas, era claro que me iba a costar trabajo, que necesitaría redes de apoyo, pero al estar consciente que contaba con las ganas y las redes, era evidente que podía realizar labores profesionales y de madre a la par.

Para mi sorpresa primero, un hermano que me pidió prepararme a no poder terminar mis estudios, porque casi ninguna mamá lo logra. A personas que me dejaban de ver como yo: Citlalli y pasaba a ser: La del hijo. Pasé a entrar, en el imaginario social a un nuevo club, la madre soltera, al cual ni me había inscrito, dejé de ser vista por muchos como persona y empecé a sentir una etiqueta en mi frente.

Fui madre muy joven, 20 años, y de ahí nacía mi incomprensión e ignorancia sobre pertenecer al sector “madre soltera” y poco a poco me fui informando lo que esto significaba en el imaginario social: ser quejona, abnegada, dejar tus sueños de lado, estar frustrada. Y en sexualidad, ni se diga, pasas a ser la que coge con todos o la que busca padre para la criatura como desesperada. No hay matices en esta historia, esa etiqueta te marca de cualquier forma.

Recuerdo ver los memes, burlas directas de amigos y familiares cercanos, alimentando estereotipos y roles alejados de la realidad, sobre esta abnegación o crítica a una forma de crianza fuera de la norma, esto fuera de apoyar, despersonifica a las madres, como el clásico “mamá luchona”.

¿Pero en qué momento se ponen a reflexionar? Si hay una mamá luchona es porque hay labores invisibilizadas y mal repartidas. Primero; por el segundo progenitor, ¿qué no es labor de dos? Por cierto, cómo incomoda este señalamiento a esa fragilidad masculina.

Segundo, e igual de importante, obligación del estado y la sociedad. ¿Qué no estamos criando a las siguientes personas responsables y económicamente activas para que pueda seguir funcionando este sistema que hemos creado?, la labor más esencial de nuestra estructura social.

En una sociedad en donde es más juzgado salir con hijos como madre joven y soltera, que sacar a pasear a 10 perrhijos humanizados, esto como muestra de la creciente necesidad de afectos por celebrar el “éxito” en una vida de aislamiento y de generación de capital. No es de sorprender que se quiera invisibilizar la maternidad en la ciudad.

En una sociedad en donde se exige al género femenino hacerse cargo de cuidados emocionales, dando por sentado que tenemos la “sensibilidad” para poder hacerlo. En donde nos enseñan una única estructura afectiva, heteronormada, monógama y de servicio al otro. En donde en lugar educar al género masculino, solucionar conflictos y evitar violencia, les es más fácil separar los vagones en el metro por género.

No es de sorprender una tendencia de mujeres que corramos en negación a la maternidad. Obviamente somos una generación de mujeres más libre, gracias a lucha de las generaciones anteriores, con ideales propios, en donde no pretendemos hegemonía, solo real libertad.

Y libertad en decisiones, afectivas, maternales y profesionales. En donde ninguna se pelee con la otra, porque somos obligadas a tomar un rol, como ya he mencionado; heteronormado, monógamo y a realizarnos con hijos, y en cuanto esta relación no es vista, somos acreedoras de burlas.

La decisión de la maternidad debe ser centrada en un deseo personal, desligada de una única estructura familiar, porque separar este deseo maternal del amor de pareja, no hace más que ser realista en que dos personas no tienen porque “aguantarse” solo por una labor de crianza si ya no coinciden en planes de pareja. Esta responsabilidad en teoría debería repartirse en igualdad.

Esta labor es una obligación social y deberíamos tener la libertad de elección sabiendo que no perjudica nuestra calidad de vida. ¿Cómo esto puede ser tangible? Solo algunos ejemplos:

· Apropiación de espacios que normalicen esta labor, espacios para amamantar, banquetas para transitar con carriola y un niño de la mano, además de rampas peatonales.

· Ludotecas y espacios de cuidado en oficinas o espacios de trabajo, en donde puedas seguir laborando sabiendo que estas en cercanía con tu hije.

· Horarios de trabajo y escolares a nivel básico compatibles, no solo extender los escolares, sino que aseguren una calidad de vida para convivencia familiar o cual sea su la elección personal de cada trabajador.

· Tiempo racional de permiso maternal para ambos géneros después de haber nacido el hije, priorizando no los derechos del padre ni la madre a ser profesionista, sino al hije que es un ser dependiente de ambos, en donde ambos padres deben ser sujetos de realización personal.

Actualmente en México nuestro permiso de maternidad son 12 semanas y los de paternidad 5 días. Comparado con Islandia, como ejemplo de los países en donde han logrado reducir esta brecha de género en salarios, se cuentan con 9 meses acumulados (3 para la madre, 3 para el padre y 3 a repartir como la pareja decida).

Estos son sólo algunos ejemplos, más creo firmemente que esto será posible cuando entre mujeres hablemos más y actuemos en sororidad. El crecimiento en acompañamiento es esencial, pues nos han mantenido calladas, aisladas y avergonzadas sobre nuestras labores de cuidado.

Cada una tenemos el poder y la obligación de generar estos espacios de confianza y nuestro círculo familiar y laboral, en donde a través de nuestro empoderamiento podamos demandar y proveer de estos lugares seguros y abiertos a la decisión maternal.

Porque ser o no madre debe ser una decisión desde del amor, no de la negación a estructuras y estereotipos. Porque es cierto, no todas lo deseamos, pero a quienes sí, no debiera limitar nuestro desarrollo profesional.

Porque merecemos autoconocimiento, autoamor y realización en equidad. Para después desde nuestro ser, decidir como personas, desligando la heteronorma, si queremos realmente ser madres.

Arte gráfico: Citlalli Rivera
Aportes bibliográficos: Sheila Espinosa
Corrección de estilo: Mirelle Granillo

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Colectivo de urbanismo con perspectiva de género. Difusión de experiencias, teoría y estrategias para la autogestión de proyectos urbanos. https://linktr.ee/urb