Sobre la no sororidad, sororidad y los espacios necesarios para mujeres.

Urbanas Mx
7 min readNov 21, 2020

Por Sheila Espinosa

Gráfico: Citlalli Rivera

Enfrentarnos como mujeres es parte de nuestra educación, nos enseñan a ver feas a otras niñas, nos enseñan a denostar y criticar a otras adolescentes por el color de cabello, el tipo de cuerpo, la voz, la familia o los gustos. Como mujeres normalizamos burlarnos de los zapatos, el maquillaje, las capacidades intelectuales — sociales que tengan otras mujeres. Hacemos de nuestra vida un eterno para competir por un puesto laboral, por el agrado de los compañeros, por la atención de un hombre y olvidamos alegrarnos por el logro de la otra, aprender de las que están triunfando, reflejarnos en la experiencia de las demás.

¿Cuántas veces le dices a otra mujer: Hey eres una fregona felicidades por ese puesto? ¿Cuántas veces te has burlado en secreto o abiertamente de otra mujer por no llevar el peinado de moda, por intentar algo que parece imposible, por algo tan banal como un color de labios?

Por el contrario hacemos alianzas con los varones queremos su aprobación a veces incluso pensamos que es mejor tener un círculo cercano de amistades y protección que no incluya mujeres, porque los hombres no son chismosos, no critican, nos cuidan y seremos como una especie de persona especial una entre ellos; ¿pero realmente es así?

En la ciudad de México de acuerdo con la encuesta intercensal del INEGI de 2015 habitan 4, 687, 003 mujeres, todas diferentes, con distintas metas, miradas, color de piel, intereses, educación, existen diversas relaciones entre ellas: de amistad, amorosas, de trabajo, familia, mentoras, entre otras. Sin embargo, la ciudad no cuenta con espacios públicos donde al coincidir las mujeres apliquemos y repliquemos conocimientos, saberes, experiencias y donde nos permitan reflejarnos en otras sin ser enemigas.

Gráfico: Google fotos

Sororidad, hace unos años leí el termino y me pareció que englobaba amistad y alianzas, al paso del tiempo y en mi propio proceso de deconstrucción- construcción he podido darme cuenta que la palabra sorora implica mucho más que amistad y alianzas, implica empatía, solidaridad, apoyo, complicidad, cuidado, curación; pero también implica un reconocimiento de la otra, de las diferencias que nos unen y que en un sistema patriarcal como el que vivimos hoy en día, nos enfrentan.

Si bien la sororidad es una palabra replicada en redes o en el trabajo. No todas las mujeres la aplicamos, algunas estamos trabajando día a día para evitar criticar, juzgar, o estandarizar a otras mujeres. En este aspecto concuerdo con Marcela Lagarde cuando dice que el hablar de sororidad no implica que todas debamos ser amigas, caernos bien y amarnos, es imposible y no tendríamos por qué hacerlo.

Puedo enumerar las veces que me sentí lastimada, traicionada o herida por otra mujer, sin embargo haré mención de una experiencia que tuve hace sólo unos meses y que pesé a dejar una sensación de sinsabor. Esta experiencia me hizo querer abrazar la sororidad con más fuerza, ampliar mi red de amigas cercanas y creer que si queremos una ciudad sin miedo y violencia debemos empezar por nosotras afianzando y llevando a la práctica lo que leemos, pensamos y vivimos en torno al feminismo y las relaciones entre mujeres.

Una mañana normal, de una semana normal, de un día normal recibí una llamada que comenzó con un saludo y que fue incrementando el tono hasta recibir amenazas, insultos, críticas, gritos; no entendía bien de que se trataba. El agresor en el teléfono se trataba de una antigua relación donde solo había llamadas y visitas ocasionales, nada más. Colgué sintiendo miedo y rabia al mismo tiempo, camine al trabajo, las amenazas y agresiones fueron para pedirme que dejara de molestar a su amiga, ya que en palabras de ella yo la acosaba por internet.

Caminé y tomé el transporte hacia el trabajo casi por inercia y pensando qué había hecho, como haciendo un repaso mental. Concluí que nunca crucé palabras con la mujer que me acusaba de acosarla. El trato que tuve con ella fue de aportar ayuda, puesto que ella había sido damnificada en el sismo de 2017 y me sumé a un proyecto que involucró amigos cercanos, conocimientos y contactos, tratando de ayudar a su comunidad en la reconstrucción. Sólo en una ocasión hablé con ella para ofrecerle mi casa, ropa o cualquier cosa que necesitara. Fue todo, nunca hubo más.

Recordé que varios meses atrás recibí solicitudes de amistad de personas desconocidas para mí, pero conocidas de ella. Yo atribuía al proyecto el interés de esas solicitudes, no fue así. Existía de mi parte la vaga idea que había una relación entre el agresor y ella, pero eso no era de mi incumbencia dado que la relación entre nosotros siempre fue informal. De pronto me encontré incrédula y preguntándome en voz alta: ¿toda esta mentira y acoso son por él?

A esas alturas ya iba en el asiento trasero del carro de mi hermana, en el trayecto había sufrido un ataque de pánico en el metro CU, me había quedado paralizada, llena de lágrimas y rabia, había sido agredida y no tenía forma de defenderme, entre sollozos llamé a mi hermana. Llegando a su casa me ofreció un té y me brindó las palabras acertadas: “duérmete aquí nada te puede pasar”. Mi madre viajó para cuidarme, mi mejor amiga que vive al otro lado del país no dejo de llamar para estar al pendiente.

¿Qué sería de nosotras sin el té abrigador que brinda una hermana, sin los brazos de la madre, sin la oreja escuchante de las mujeres que se vuelven familia en nuestra vida? ¿Cómo vivir en una ciudad que nos hace sentir inseguras y solas sin la compañía de las redes que tejemos? La sororidad si es posible en términos de respeto, empatía y creación de vínculos.

Esta mala experiencia me llevó primero a nombrar agresores a las personas involucradas, a entender que aunque muchas mujeres estén en su propio proceso de deconstrucción, este aún se ve afectado por las relaciones de validación y amor romántico ante los varones y que cuesta mucho romper con esas estructuras que tenemos insertadas en la vida cotidiana.

También me llevo a responsabilizarme con las relaciones que establezco, ahondar en la responsabilidad afectiva y dejar de idealizar a personas, mejor aún, hizo crecer las redes de mujeres cercanas con las que cuento. Existía en mí un tono de vergüenza al platicar mi experiencia pero he entendido que si queremos vernos realmente representadas y lograr ser tomadas en cuenta en todos los ámbitos es hora de quitarnos esa educación que nos ha dictado que la otra es nuestra enemiga.

Tomar conciencia que las redes que tenemos no son de varones, son de mujeres haciendo ciudad y declarando el espacio público como propio. La sororidad se puede ver en gestos como cuando una mujer a la que no conoces te obsequia una toalla sanitaria, te sonríe o te dice oye eso también me ha pasado a mí.

Gráfico: Google fotos

¿Qué hay si dejamos de agredirnos en el vagón del metro destinado solo para nosotras? ¿Qué pasa si halagamos el trabajo de la colega, la inteligencia, la forma de actuar, la forma de hablar de la vecina, alumna, amiga o desconocida? ¿Por qué no apropiarnos de la ciudad al hacer uso de los espacios como parques, bancas, lugares de descanso improvisado donde una parada sea motivo de plática, de desfogue o de compartir sueños?

Exijamos espacios donde las mujeres podamos intercambiar saberes, donde podamos crecer, desarrollar pasatiempos en común, hablar de nuestras experiencias, externar conocimientos, hacer una especie de apadrinamiento con las más jóvenes, compartir talentos y conocimientos.

Esos espacios ahora son más que necesarios, y deben estar gestionados desde nosotras, desde nuestras redes de alianza, a nivel barrial y a nivel ciudad ¿Cuántos edificios abandonados pueden ser cedidos para desarrollar esta especie de refugios, donde los saberes, preocupaciones, tradiciones, reconocimiento entre mujeres puedan ser compartidos?

Actualmente mi red es cada vez más grande: Urbanas Mx es mi torre segura donde incluso el teorizar es una especie de catársis para las buenas y las malas experiencias que como mujer he tenido. Las mujeres de mi familia, así como mis mejores amigas están aquí junto a mí, hoy puedo nombrar con toda la responsabilidad que eso implica y señalar a mis agresores y hacerles frente, sintiéndome acompañada, querida y respetada, pero mi círculo cercano no es sólo esta red tejida de forma próxima, incluye también a alumnas que me enseñan que la experiencia debe ser compartida, colegas que llevan años de ventaja en lidiar con este sistema dispar; mujeres de todo tipo que luchan, ríen , lloran y se enorgullecen, siendo todas ellas de las que formo parte.

Construyamos espacios que nos permitan ser felices, no sólo desde el punto de vista estético. La ciudad necesita espacios donde las mujeres sigamos desarrollando sueños y tejiendo conocimientos. Necesitamos espacios donde la curación se acompañe de un hombro, de una experiencia, donde se pueda decir bien fuerte: éste es mi círculo, mi red y mi alianza. Hay que ejercer una sororidad consciente, que sea un pacto entre mujeres, donde todas tengamos cabida, porque todas tenemos derecho a cambiar y a modificar ideas y ser diferentes. Debemos exigirnos respetar a la otra y dejar de pensar que somos enemigas.

Explotemos la banca de la esquina, la reunión del tejido que hacen las vecinas a cierta hora, el espacio de la cocina después de la comida, las reuniones en los patios de la escuela, ¡sí! necesitamos seguir hablando y creciendo juntas, ¡sí! en una sororidad que permita experimentar, avanzar y hacernos visibles en esta Ciudad.

Urbanas Mx

Arte gráfico: Citlalli Rivera
Corrección de estilo: Mirelle Granillo

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Colectivo de urbanismo con perspectiva de género. Difusión de experiencias, teoría y estrategias para la autogestión de proyectos urbanos. https://linktr.ee/urb