Soltera. Desmitificando el amor romántico y la soltería.

Urbanas Mx
6 min readSep 10, 2020

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Por Sheila Espinosa

Para el 2018 México contaba con una población de 124.9 millones de personas; de las cuales 51.1% son mujeres y 48.9% hombres. La distribución geográfica muestra que de cada 100 residentes en el país, 53 se concentran en ocho entidades federativas, una de ellas, la Ciudad de México con 8.8 millones (7.0%).

Las diferencias por sexo permiten observar que en 28 de las 32 entidades federativas la cantidad de mujeres supera a la de los hombres. Estos datos parecieran respaldar aquellas frases utilizadas en el ámbito socio cultural: “un hombre para cada 7 mujeres”, “nos tocan de a dos” o “hay mucho de donde escoger”.

Vivir en la Ciudad de México con características no tan especiales pero si diferenciales parece enmarcar los datos proporcionados arriba: mujer, soltera, rango de edad de 30 a 40 años, profesionista, independiente, unifamiliar, exitosa y con metas claras parecen más estigmas que un beneplácito y virtudes o logros. Entre los tantos mitos que nos han sido inculcados desde la infancia a las mujeres en particular existe el del amor romántico.

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Desde la infancia hemos recibido mensajes emitidos por los diferentes agentes socializadores: el núcleo familiar, la escuela o amistades, que no son conscientizados pero sí interiorizados, sobre lo que significa ser una mujer “sola”, “solterona”, o “quedada”. Estas barreras se van interiorizando y apropiando hasta convertirlas en externas.

A las niñas se les educa para lo íntimo, lo privado, el interior, lo dependiente y para tener éxito en este espacio. Algunos de los rasgos interiorizados son: aprender a ser acomedidas, realizar las labores del hogar, cuidar a los demás y mantenerse en este espacio ya que “no es bueno andar en la calle” o dicho de otra forma, el espacio público no fue hecho para las mujeres.

Mientras que el ámbito público sigue siendo parte de la educación de los varones, se les ha impulsado a triunfar, a disfrutar sin tanta restricción, a destacar en lo macro social. Estos preceptos marcan diferencias en cómo se desarrollan y después en cómo se destacan; las mujeres somos estimuladas a reprimir las libertades, talentos y ambiciones, por el contrario, los hombres a potencializar sus libertades y apropiarse del mundo exterior.

Dentro de esta educación diferenciada, a las mujeres se nos educa para ver al amor como un proyecto vital. Es permisible soñar con ser astronauta, arquitecta o médico, pero dentro de esas metas debe estar casarse, tener un buen hombre y formar una familia. El mito del amor romántico se nos inculca desde temprana edad.

A lo largo de nuestra vida y al ir desarrollando relaciones afectivas y sexo-afectivas, se nos enseña que parte de amar es sufrir, soportar y llevar el peso de la relación para que ésta dure. La felicidad de la pareja debe ser una misión, no importa si sufres algún tipo de abuso, si no es lo que esperabas o si prefieres estar sola, es mejor tener una pareja a estar “sola”.

Después de todo, el contexto inmediato no miente. Los bombardeos constantes que tenemos al alcance nos lo dicen. Canciones de “ amor” diciendo “házme lo que quieras, no importa aquí estoy, soy tu mujer”, películas donde el hombre hace una serie de tropelíos para al final darse cuenta que la mujer de su vida es la que ha estado siempre ahí soportando todo.

Telenovelas inverosímiles donde las mujeres deben de competir por un hombre o series donde el amor se encuentra en un secuestrador… Nos lo dicen y repiten y nosotras lo creemos y apropiamos. Nuestro sistema de educación en este aspecto es parte de un consumo que nos recuerda a las mujeres que lo importante es tener una pareja y un hombre para ser felices.

En esta dicotomía hombre-mujer y entrando otra vez dentro de las contradicciones y estímulos externos que hacemos propios, al hombre se le proyecta no como un objeto de amor sino como un sujeto de amor donde tiene mecanismos de acción y por ende de decisión. Para el hombre el amor es una consecuencia y no un fin.

Al hombre se le educa para demostrar su virilidad, para ser agresivo, triunfador y competitivo. Bajo este pensamiento, se le inculca a la mujer desear aquél concepto, tan sólo por el hecho de que está “disponible”, incluso sino lo está, también puede ser “peleado” y amado por más de una mujer.

El hombre entonces, es un ser para sí, que se ha idealizado como autosuficiente, proveedor, controlador y de identidad autónoma. En cambio, las mujeres somos para otros, las que cuidamos, las que nos hacemos responsables del bienestar de los otros y con ello, el deber es sentirnos satisfechas.

Cuando no se cumple con este rol y hay una satisfacción consciente de ello, entonces la mujer es señalada como egoísta, inclusive se le interioriza la culpa, la idea de estar incompleta o de fracaso aún cuando se tengan proyectos personales y profesionales. El objetivo, siempre, es tener un amor que te respalde por que “para eso estamos hechas”.

Decidir vivir sola en un departamento en la Ciudad de México implica marcar una ruptura con esta ideología y también significa una lucha constante contra ésta. Las barreras internas predominan, los estigmas se acentúan; si eres soltera y tienes un espacio privado implica varias afirmaciones en el imaginario social, como tener carta abierta para recibir a quien sea o que puedas mantener relaciones sexuales con quien sea solo por que te den el saludo.

Dentro de esta lucha una de las formas más comunes de defensa es la de inventarse un marido, esposo o pareja. Decirle al plomero: “lo checo con mi esposo” para no atribuir que conozco del tema o para que no quieran abusar de alguna u otra manera. Inventarse un marido para poder comprar una cerveza oscura y el de la tienda asuma que el esposo está en casa viendo el fútbol, cuando la cerveza es para mí.

Vivir en un barrio implica disfrutar el espacio público, fomentar el tejido social, sentirse segura, pero cuando eres mujer soltera implica soltar al marido ficticio cada que se pueda. Llegar a casa de noche en transporte privado para que te deje, de ser posible en la puerta de tu casa. Significa cerrar la puerta con triple cerradura y aún así estar alerta.

Después de cuatro años de habitar en el mismo departamento, compruebo que la educación diferenciada no ha cambiado. El mismo grupo de hombres que se reúnen a tomar en la tienda del local de la planta baja, saludan a un buen amigo que me visita constantemente. Para ellos él es el “Señor de la casa”, el que merece el saludo, el reconocimiento y hasta los tips para vivir en el barrio, porque simplemente la idea de que una mujer sea independiente y viva sola, no les es admisible.

¿Cuánto tiempo más seguiremos invisibilizadas? ¿Tendremos que seguir justificando la decisión de romper las barreras del amor romántico? Como es mi caso; tener que dar una pequeña pero elaborada justificación cada que me preguntan “¿porque no te has casado?”

Han pedido mi mano cuatro veces; dos de ellas con anillo. En todas me frenaba la idea de querer seguir estudiando, seguir con mis planes. Siempre he preferido seguir con mi vida profesional, misma que me ha costado, no por capacidad intelectual sino por el esfuerzo que implica ser autosuficiente en una ciudad machista. Y aún con todo, me siento satisfecha y feliz.

Creo firmemente en tirar el mito del amor romántico. Creo en la idea de una pareja que construye un amor libre y en conjunto, no un amor donde se lastime, se dude o justifique. Creo que el amor significa libertad, paz, empoderamiento, apoyo, autonomía, respeto de tiempos y espacios.

Un nuevo concepto de amor, donde las mujeres seamos sujetas no objetas. Tener la decisión de echar abajo aquellos estigmas, barreras y educaciones sin culpas, para no tener que inventarse un marido, para no ser “la loca de los gatos”, para realmente ser felices como mujeres y después compartirse con quien una quiera, siendo esto una decisión y no una obligación.

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Arte gráfico: Citlalli Rivera

Corrección de estilo: Mirelle Granillo

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Colectivo de urbanismo con perspectiva de género. Difusión de experiencias, teoría y estrategias para la autogestión de proyectos urbanos. https://linktr.ee/urb

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